Creemos que todos somos mayordomos de lo que Dios nos ha confiado, que estamos llamados a invertir extravagantemente en la obra del Reino: alimentar a los pobres, sembrar en las naciones, ayudar a las viudas y huérfanos, servir a los necesitados, alcanzar a los perdidos. y expandiendo la obra de la Iglesia. Las Escrituras enseñan que el diezmo es tanto una práctica física ordenada por Dios como una poderosa disciplina espiritual que no solo apoya la obra del Reino, sino que también hace que el dador coseche las bendiciones de Dios. Cuando damos financieramente a la obra del Reino, nos asociamos con Dios para cumplir Su voluntad y deseo en la tierra, de los cuales seremos partícipes.